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Sabor-Saber-Sāvәr
Cristina Molina
16.05.11 03.06.11
Sabor-Saber-Sāvәr (por Alicia Candiani)
Sabor-Saber-Sāvәr, el proyecto que la artista Cristina Molina desarrolló durante su residencia dentro del programa SUB30, explora una relación íntima de la artista con la ciudad de Buenos Aires. Continuando con su interés en el tema del cuerpo y su función como mediador entre lo externo y lo interno, esta serie de obras investiga la posibilidad de conocer un lugar a través de sus sabores. El nombre de la instalación, es un juego de palabras castellano-inglés en el que se incluye la fonética inglesa para pronunciar la palabra en español, así como la palabra “saber” en alusión a una forma de conocimiento primitiva, directa e intensa que se da a través de colocarse las cosas en la boca y “saborearlas”, como realizan los niños.
Durante su estadía en Buenos Aires la artista deambuló como un Voyeur visitando veintiséis lugares emblemáticos de la ciudad, armando una escenografía con una mesa y una comida especial para cada uno de ellos, simulando el acto amoroso de conquistar a través de una comida. El proceso fue registrado remedando la técnica de la fotografía estereoscópica*, con imágenes dobles ligeramente desplazadas para crear una visión tridimensional. Las fotografías fueron impresas en una tarjeta estando el reverso de la misma ocupado por un poema romántico -escrito para el lugar y la ocasión- en un lado en castellano y en el otro en inglés, por lo cual las palabras en los dos idiomas se entremezclaban en el cerebro así como también en la imagen. Finalmente, todas las tarjetas tomaron la forma de una instalación en el Espacio Diálogo de ´ace y podían ser miradas mediante un antiguo visor estereoscópico que la artista había encontrado en un mercado de pulgas antes de su viaje. A medida que los visitantes se involucraban con la obra, los textos y las imágenes duplicadas se fundían en una, haciendo surgir así una nueva forma de lenguaje tanto visual como idiomático.
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*La fotografía estereoscópica se basa en la visión humana: nuestros ojos están separados uno del otro aproximadamente 65 mm y cada ojo ve una imagen, que aunque sea igual, tiene un paralaje diferente. Es el cerebro quien se encarga de mezclar las dos imágenes creando el efecto de relieve. Si obtenemos dos imágenes con una separación como la de la visión humana y por medio de visores especiales dejamos ver a cada ojo sólo la imagen que le corresponde, nuestro cerebro creará igualmente el efecto de la visión en tres dimensiones.